"Alguien tendrá que pensar por qué hemos tenido que hacer algo que no queríamos...". La frase es de uno de los principales dirigentes del PNV al ser preguntado por el movimiento arriesgado que supone para el partido que lidera Andoni Ortuzar unir sus siglas a las de Sortu, el nuevo partido de la vieja izquierda abertzale. La foto del hotel Carlton -por cierto, el mismo lugar donde se formó el primer Gobierno vasco del lehendakari José Antonio Aguirre- de la convocatoria unitaria de la marcha (¿silenciosa?) de ayer no es la reedición del Pacto de Lizarra. Sin duda es una foto muy 'lizarrista' -como algunas de las instantáneas de la marcha histórica que inundó ayer con sus gritos constantes en favor de los presos etarras las calles de la capital vizcaína- pero el PNV no está, a día de hoy, en ninguna estrategia que implique volver a un proceso de acumulación de fuerzas soberanistas para desbordar al Estado, al tiempo que se pretenda marginar -como en aquel proceso- a las fuerzas constitucionalistas (PSE-EE, PP, UPyD).
Urkullu y Ortuzar, dirigentes del PNV, parece que aprendieron la lección de lo que supuso el Pacto de Lizarra (1998-1999), una unidad que fortaleció a la izquierda abertzale, no trajo el final de ETA (más bien lo retrasó una década) y obligó a populares y socialistas a tejer complicidades mientras iban siendo asesinados un día sí y otro también tras la ruptura de la tregua, a partir de enero de 2000. Una etapa que solo finalizó cuando Josu Jon Imaz, líder peneuvista y sucesor de Xabier Arzalluz, colgó la botas para evitar una nueva escisión en el partido ante la deriva soberanista del 'plan Ibarretxe', y el candidato peneuvista Juan José Ibarretxe fue desplazado de Ajuria Enea por los socialistas de Patxi López y Jesús Eguiguren gracias a los votos del PP, pese a haber ganado los comicios autonómicos de 2009.
Me gusta escuchar las discusiones políticas en los bares. Incluso lo que opinan mis amistades más cercanas porque están casi siempre desprovistas de ese ropaje del entendido, del especialista, del experto -todos ellos muy necesarios, sin duda, para conformar la opinión pública-. Y gracias a esa desnudez, que algunos pueden considerar equivocadamente ingenuidad, se producen destellos de alta política que mucha veces no veo en los dirigentes que nos gobiernan. "Dudo que el PNV se tire a una piscina como es ir de la mano con estos de Sortu sin que haya agua en su interior", argumentaban al lado de una taberna al calor de la noticia de la nueva convocatoria por los "derechos humanos, el acuerdo y la paz". Visto lo visto ayer, el que parece frotarse de momento las manos es Sortu. Aunque la partida no ha terminado
Y es cierto que hay agua en su interior. Pero, a veces, un cambio brusco de temperatura puede generar consecuencias fatales para el cuerpo humano (político en este caso). Ir de la mano de Sortu es vendido por el PNV como un "acto de responsabilidad", una medida "excepcional" para apuntalar y "fortalecer" el nuevo escenario abierto en Euskadi tras la decisión de ETA en octubre de 2011 de abandonar definitivamente su estrategia terrorista y la violencia. Joseba Egibar, más que un experto en el mundo abertzale y líder del sector más soberanista en el PNV, vaticinaba horas antes de la marcha de ayer que ésta iba a servir para acelerar el proceso de desmantelamiento de la organización terrorista. Y ese era uno de los objetivos de los peneuvistas. ¿Pero lo era para todo el mundo que acudió a la manifestación bajo una convocatoria en la que se denunciaban de manera genérica "la conculcación de los derechos humanos, y ante medidas excepcionales negativas"? Vistos los lemas coreados, lo de ayer era por encima de todo los presos y su futuro inmediato. Aunque el PNV también quiera interpretarlo como un aviso a Rajoy.
En cualquier caso, lo que demuestra todo lo que ha pasado desde octubre de 2011 hasta nuestro días es que solo el poder de los movimientos unilaterales dados por ETA, los presos etarras agrupados en el colectivo del EPPK y los escarceos de desarme que puedan llegar en los meses venideros es lo que nos está acercando al final definitivo de la historia de ETA y a abrir la etapa de la convivencia en paz y libertad que tanto necesitamos las personas que vivimos en este país. Por eso sigue siendo bueno recorrer el camino de la unilateralidad, sobre todo por el agente mas importante: ETA y su desarme y disolución. El lehendakari puede estar harto de que los buenos modos del presidente Mariano Rajoy siempre van acompañados por la "inacción" en materia de política antiterrorista y política penitenciaria. Y sería my deseable una política de Estado en ambas materias -como en otras en las que el PP está gobernando con el rodilllo más férreo y más conservador de las últimas décadas-. Pero Rajoy, de momento, no lo ve así. Sigue pensando que eso que otros llaman "innacción" y él tilda de "firmeza del Estado de derecho" es lo que de verdad nos ha traído hasta donde estamos ahora.
La partida frente a ETA ya está ganada, porque una organización que ha matado por unos objetivos determinados y deja de matar sin lograr ni uno solo de sus referentes políticos y ya no aspira a negociar con los Estados español y francés nada más allá del futuro de sus armas -sus presos ya van a pasar por la ventanilla de las cárceles para beneficiarse de la legalidad penitenciaria-, es una organización derrotada.
Y Sortu está desde ayer más contenta y sus bases todavía más: "Han conseguido lo contrario de lo que querían con la prohibición", se vanagloriaba una manifestante en las escalinatas del Ayuntamiento de Bilbao al término de la histórica marcha, porque todos ellos han vivido como una victoria el movimiento -no exento de riesgos- del PNV. Pero se equivocan si piensan que la medida adoptada no es excepcional. O eso al menos es lo que dicen los líderes peneuvistas. Lo contrario sería volver a reeditar fracasos colectivos y, probablemente, alejarnos de la convivencia y la paz en Euskadi. Y Andoni Ortuzar lo sabe bien.