El audiolibro no existe en España. No hay apenas oferta ni inversión por parte de las editoriales, agentes, autores y distribuidores. Y, por tanto, las ventas son irrisorias. Según el informe de Comercio Interior de la Federación del Gremio de Editores (FGEE) de 2012, los sellos facturaron 214,70 millones de euros en otros soportes diferentes al libro en papel; de ellos, los audiolibros representaron el 0,1%, en torno a los 210.000 euros. Muy lejos incluso de ese 3% de facturación que ya suponen los libros electrónicos.
Los datos también están a años luz de los que se manejan en otros mercados como el estadounidense o del norte de Europa, con los países escandinavos y Alemania a la cabeza. Un artículo de The Wall Street Journal publicado recientemente desvelaba que esta industria movió el año pasado 1,2 billones de dólares en EEUU, con un crecimiento en los últimos años del 30%. Sólo en 2011 se produjeron 13.255 nuevos títulos, mientras que en 2009 fueron 4.602. El despegue del formato, amparado por la digitalización –ya no se venden en CD, sino en mp3- también ha provocado movimientos empresariales espectaculares. El mayor distribuidor de audiolibros en EEUU es audible.com, empresa comprada por Amazon en 2008 por 300 millones de dólares. A día de hoy posee 100.000 títulos y añade cerca de mil al mes. Un progreso imparable.
En España, no obstante, ha habido varios intentos. En 1995 Alfaguara lanzó varios títulos de Arturo Pérez-Reverte (Una cuestión de honor), Juan José Millás (La soledad era esto), o Rafael Alberti (Marinero en tierra), pero fueron un sonoro fracaso. Las razones que se adujeron es que estos audiolibros estaban producidos en casettes, “un formato que ya estaba muriendo”, según Gabi Morales, propietaria de la firma Canal Audiolibro, dedicada a la producción y venta de este formato. Más tarde, a comienzos de la década de los 2000 fue Salamandra quien publicó su saga de Harry Potter en ocho CD, y también fracasó.
Ventas residuales
Después nadie lo ha vuelto a intentar. Los grandes grupos editoriales como Planeta, Penguin Random House –antiguo Mondadori- y Santillana no se han querido embarcar en estos proyectos y a día de hoy no tienen ni un solo título en su catálogo. Sólo ha habido una mínima apuesta por parte de Planeta con bestsellers como El tiempo entre costuras, pero como asegura a eldiario.es su director de área digital y Mass-Market, Santos Palazzi, “no ha funcionado. Las ventas son residuales y, además, nos hemos gastado lo que no está escrito. Es más bien un experimento de ensayo-error”.
Tampoco les va muy bien a las pequeñas empresas creadas por emprendedores que pensaron que el audiolibro explotaría con la llegada de la tecnología digital. A pesar de la existencia de los podcast y de un consumo mucho más flexible de la escucha, firmas como la ya citada Canal Audiolibro o escuchalibros.com y audiolibro.es, que se encargan de producir y vender por su cuenta libros que no tienen derechos de autor (en su mayoría, clásicos como La Celestina), tienen muy difícil su supervivencia.
“Aquí no hay oferta, los grandes sellos no apuestan y no hay distribución”, sostiene Victoria Mesas, que está al frente de escuchalibros desde 2007 y que se está planteando su cierre. Las ventas, en el caso de Canal Audiolibro, apenas llegan a los 300 ejemplares. “Nosotros estamos vendiendo un cuarto de lo que vendíamos hace cinco años”, añade Rafael Martínez, de Audiolibro.es, una de las firmas pioneras en nuestro país en ‘fabricar’ libros para ser escuchados.
Las razones del fracaso
El interrogante que se plantea es por qué nunca ha triunfado este formato en España, por qué no se ha apostado y por qué tampoco parece que se vaya a arriesgar por él en el futuro. Las razones son de todo tipo:
Hábitos culturales: Según comentan Carmen Ospina, Iría Álvarez y Santos Palazzi, responsables de las áreas digitales de Penguin, Santillana y Planeta, respectivamente, en España no se hacen largos trayectos en coche que permitan ir escuchando un libro mientras conducen. “En EEUU tardan horas en llegar al trabajo por las largas distancias y eso hace que uno pueda ir escuchando tranquilamente un audiolibro”, confirma Palazzi. Con respecto al norte de Europa, el razonamiento tiene que ver con las horas de luz. “Si ya desde el mediodía es de noche, tienen que ocupar su tiempo en algo mientras hacen otras tareas en casa”, añade este directivo.
El coste de producción: Crear un audiolibro no es barato. Necesitas uno o dos locutores como mínimo, un estudio de grabación, un técnico de sonido y un equipo para recrear los efectos especiales. “La hora de grabación cuesta unos mil euros, por lo que si un audiolibro sale a unas diez horas, tienes que gastarte 10.000 euros. Si luego lo vas a vender a cinco euros, los márgenes de beneficios no llegan”, sostiene Rafael Martínez. En Planeta ponen los costes en 30.000 euros por audiolibro.
La distribución: En España este formato se vende a través de la plataforma de Apple, iTunes. Audible.com no ha llegado a nuestro país, aunque sí tiene una parte en iTunes. No obstante como señalan productores y editores, los porcentajes que maneja la firma comprada por Jeff Bezos son “insultantes”. “Son unas condiciones salvajes, ellos se quedan con el 80% y sólo el 15% va a la editorial. Con esos porcentajes es imposible”, denuncia Victoria Mesas. A día de hoy sería posible comprar en audible.com, pero solamente poseen un 1% de audiolibros en español y funciona mediante una suscripción de 14,95 dólares al mes.
Los derechos de autor: Para crear un audiolibro es necesario tener los derechos del libro en audio. “Y cuando lo quieres hacer tienes que comprarlos, y no es fácil. Por eso la gente hace audiolibros pero con clásicos que están en dominio público, y eso el lector no es lo que busca”, manifiesta Gabi Morales, cuya firma está más enfocada a los audiolibros de empresa.
El idioma: Es un problema que no resulta baladí. Si bien no hay obstáculos en leer un libro en español pero con vocabulario mexicano, colombiano o argentino, la escucha del acento ya es otra cosa. “Tienes que pensar muy bien en qué idioma narras. ¿Un español va a aguantar el acento mexicano, por ejemplo? Y, además, creo que aquí faltan escuelas de locutores para audiolibros porque tienes que saber dramatizar”, señala Carmen Ospina, de Penguin. También Rafael Martínez considera esta cuestión un impedimento notable: “Nosotros siempre indicamos que son audiolibros con un acento latino, porque sabemos que mucha gente se va a sentir extrañada”.
El futuro, el ebook enriquecido: Los grandes editores ya no se plantean crear un simple archivo de audio para que le des al play y funcione. “Desde luego, el audiolibro como tal no es el futuro. Hay soluciones mucho más enriquecedoras gracias a formatos como el epub3, que permiten que el libro electrónico lleve texto y audio”, reconoce Palazzi. Para Iría Álvarez, de Santillana, la vía a seguir también será esta: “Ahora estamos centrados en la digitalización del fondo y las novedades. Los audiolibros no son un formato que los lectores estén demandando en primer término. La tendencia es ir hacia los contenidos multimedia”. Y como ejemplo pone el título Cup Cake perfecto, de Alma Obregón, un ebook enriquecido, con audio e imágenes, que ya ha vendido un 15% más en su versión digital que en papel.
Por tanto, no hay que esperar demasiado de los audiolibros en nuestro país. Nadie con suficiente solvencia económica va a intentarlo. Sólo la ONCE tiene garantizada una gran parte del pastel. Pero lo suyo va por otro camino: en algunos casos llegan a acuerdos directamente con agentes y autores y sus audiolibros, fabricados en un formato propio –daisy- no están abiertos a todo el público. El que quiera escuchar y no leer tendrá que buscar en otros mercados.