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No se comen pulpos vivos en el cómic de Old Boy

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Existe una discrepancia, en cierta parte contradictoria, sobre el género manga y sus adaptaciones. Los avezados lectores de cómics, doctos en todo lo que se refiere a las historias contadas en viñetas y asiduos visitantes de las convenciones freaks, comparten la opinión de que, si no es mediante el anime, no deberían trasladarse a las pequeñas o grandes pantallas. En cambio, los forasteros en el mundillo comulgan más con el género si se lo ofrecen de primeras mediante fotogramas.

Con motivo de la actual presencia en la cartelera norteamericana de la última cinta de Spike Lee, Old Boy, recuperamos el proyecto común en el que han desembocado dos cines tan distintos como son el estadounidense y el surcoreano. El laureado libreto japonés ha demostrado con creces que es apto para hacer las delicias del público con su carácter inteligente, sombrío y violento. ¿Aún no lo conoces? Te resumimos sus cinco puntos fuertes.

Un protagonista trastornado. Shinichi Goto es un hombre de 35 años, bastante aficionado a la bebida pero con una vida plena en lo que a parámetros de éxito se refiere. Después de los diez años de cautiverio -no quince como en las adaptaciones- se observa una alienación provocada por la incertidumbre y el abandono. Con un televisor como único contacto con el mundo exterior, Goto desarrolla una personalidad con tantas capas como una cebolla. Es capaz de volver a una rutina aparentemente corriente, mientras que las secuelas de esa década de secuestro se muestran en pequeñas dosis, con disimulados indicios de su perturbación interna.

Una atractiva cara principal con una historia aún más sugestiva, que encuentra la horma de su zapato en el complejo entramado de personajes secundarios. Desde el vagabundo que personaliza el inicio de su venganza, hasta la joven y engañosamente cándida Eri, pasando por Dojima, némesis de Goto y cabecilla de la vendeta que tranformará su contacto con la realidad en un juego de paradojas.

Violencia, suspense y sexo. Los tres pilares sobre los que se cimenta este manga son como sirenas cantando al oído de los cineastas de uno y otro continente. Una tríada de compuestos para la fórmula de la tensión e incertidumbre que no falla ni en las páginas ni sobre el metraje. La sed de venganza de Shinichi Goto y la curiosidad que le despierta la identidad de su captor, aderezada con unos toques de violencia moderada y algunas decenas de dibujos subidos de tono, atrapan. Es un thriller muy inteligente y ridículamente liviano en el que, en un par de horas de lectura ininterrumpida, te introducen en una trama negra de mafias, bajos fondos, extorsión y redención.

Ilustraciones y bocadillos. Las manos de un maestro del cómic japonés son las encargadas de cincelar los 79 capitulos a los que el ingenio literario de su compañero da forma y sentido. Ellos son Nobuaki Minegishi y Garon Tsuchiya. El primero es conocido por ilustrar obras del género como Teppen y Jungle y la trayectoria del segundo se remonta hasta los años 70 y en ella destacan libretos como Odyssey y Knuckle Wars.

Las ilustraciones -lejos de ser lo mejor de la industria del manga- sin bombardearnos con detalles, consiguen que no quede un resquicio de sensaciones o andanzas sin retratar. Hay poco diálogo y el que ofrece Tsuchiya sirve para alimentar la inteligencia, sin abusar de las evidencias y potenciando el ingenio del lector.

Laureles varios. Uno de los galardones más esperados entre la factoría cómic es el Premio Eisner, del que la obra que nos ocupa fue protagonista en 2007. En dicha edición, celebrada en suelo estadounidense, la serie Old Boy ganó en la categoría de Mejor Edición de Material Internacional (Japón). Además de ser un best-seller mundial, conquistó a la crítica especializada que lo tildó de "obra maestra que crea un maravilloso imaginario de paranoia y drama".

Reconocimientos manga aparte, no debemos olvidar que la adaptación de Park Chan-Wook en 2003 convulsionó la Croisette y se llevó bajo el brazo el Premio del Gran Jurado de Cannes, siendo considerada desde entonces como una obra de culto.

Carne de taquillazo. Pese a las diferencias que podamos encontrar con el cómic original, la cinta de Park Chan-Wook merece ser destacada como una joya del séptimo arte. La locura macabra que le imprimía Choi Min-Sik al papel protagonista y las licencias de gore y escándalo incestuoso que se tomó el director fueron un ejemplo de solvencia fílmica que se materializó en varios premios. 

Para la historia nos deja dos escenas magníficas e inexistentes en el manga. Como en la que Oh Daesu (el protagonista homólogo en la versión surcoreana) se come un pulpo vivo o se lía a martillazos sobre las cabezas de sus enemigos en una de las peleas más épicas de la historia del cine. También deja una máxima en la memoria cinéfila: "Ríe, y el mundo reirá contigo. Llora, y llorarás solo"

Resta ver qué nos deparará la versión estadounidense del director de Malcolm X que, en principio, parece guardar más semejanzas con la agresiva adaptación surcoreana que con el sosegado estilo del manga. Poco se conoce además de que contará con Josh Brolin como nuestro protagonista trastornado, pero más comedido y apático que Min-Sik. En cualquier caso, antes de emitir juicios de valor nos quedamos con un halo de esperanza: los martillos están asegurados.



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