Ilario Calero recuerda al otro lado del teléfono sus cinco años como trabajador de Pescanova. “Teníamos horario de entrada, las 6 de la mañana, pero no contábamos con una hora fija de salida. Normalmente llegábamos a las 24 horas”. 24 horas descabezando y pelando camarones. Denuncia la falta de salario fijo, la prohibición de sindicarse e incluso la inexistencia de descansos. “No los permitían, tan solo podíamos salir un ratito a almorzar. Tampoco nos dejaban desayunar, así que pasábamos la mayoría del tiempo de trabajo sin ingerir alimentos”, explica a Desalambre desde Nicaragua. "Trabajábamos todo el día. Podíamos ir al servicio después de haber recibido un ticket que teníamos que enseñar al vigilante para que nos dejase ir". Solo entonces tenían permiso para hacer sus necesidades.
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