"Al otro lado del arcoíris el cielo es azul", dice la versión chill out de la canción y tintinean las copas y suena la música en medio de una fiesta preciosa, y la música suena tan relajante, tan sedante, y aun así, su violencia. No es violenta, tía, es triste, dice alguien, y yo quiero decir no, es violenta, no lo ves, acaso no te das cuenta. Por qué lo ves así, por qué esta canción en medio de esta fiesta se te tiñe de sangre, estás loca, no ves que es bonita, no es nada más, como mucho un poco melancólica y ya, no lo ves, cómo no lo ves.
Al fondo de la fiesta, una pareja de guapos. Ella lleva un vestido largo, él una camisa bien planchada y me fijo en ellos solamente cuando me doy cuenta de que ella baja un poco la cabeza y llora. Le caen las lágrimas, ni siquiera solloza. Mira al suelo mientras él le habla tranquilamente, con mucha suavidad, no deja de hablar en ningún momento. La canción no me deja oír lo que le dice, sólo veo que ella llora y llora, y ni siquiera aparta las lágrimas con la mano. Igual si seguimos aquí mirando se forma un charco. Al cabo de un rato, él, muy suavemente, le agarra la muñeca con dos dedos y tira de ella. La chica se sienta. O más bien, deja que la sienten.
Qué pareja bonita, qué canción bonita, qué momentos tristes.
Pasa una rubia de labios escarchados y sirve champán francés a cuenta de la casa y esto pasa aquí, ahora, y del otro lado el cielo es azul, se supone, del otro lado. Qué hay del otro lado, pregunta alguien, qué hay del otro lado, ¿preguntas o afirmas?, qué cosas tienen las paredes, que a la vez separan y contienen, qué cosas tienen.
Qué cosas tienen las vallas, llenas de cuchillas, igual si nos quedamos mirando se forma un charco, qué noticia triste, o será violenta, o qué será, y ella llora y nadie se mueve, debes de ser tú, que estás loca, y nadie se mueve.